AMORES IMPOSIBLES
Tematica: Febrero es el por todos conocido "mes del amor", pues el monorol para este mes será un amor imposible que experimente vuestro personaje. Un amor que sea imposible por ser mal visto socialmente, puede ser por incesto, edad, estatus, etc... Algo que vuestro personaje oculte y de lo que se avergüence.
HT: #AmoresImposiblesPHR
Exigencias: Dejamos a vuestra elección que sea real o en AU, o que sea en presente, pasado o futuro.
Plazo: terminado.
HT: #AmoresImposiblesPHR
Exigencias: Dejamos a vuestra elección que sea real o en AU, o que sea en presente, pasado o futuro.
Plazo: terminado.
Participantes:
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Reto ganador:
*Este monorol tiene lugar en un universo alternativo en el que Rose sigue prisionera de Hecate cinco años después de ser secuestrada en el ataque al Callejón Diagon*
El tiempo en aquella habitación había dejado de contarlo hacía mucho. Sabía del paso de los días por la luz que otorgaba aquella ventana encantada par que no viera el exterior. Cuando no había luz dormía, cuando la había leía. Día tras día, Hecate acudía y la sometía a toda clase de torturas físicas y psicológicas. Seguía siendo su juguete tras todo aquel tiempo, habían pasado años desde la última vez que había visto a otro ser vivo que no fuera la Señora o el elfo que le traía la comida.
Oyó la puerta abrirse, y por ella entró su captora. Siempre hermosa, siempre elegante. El apaso de los años no habían hecho mella en su piel de porcelana. Aquel día parecía enfadada, algo no debía haber ido bien, y lo pagó con la pelirroja con toda su rabia. Con ella usaba hechizos tan oscuros que hacían palidecer a las maldiciones imperdonables que de niña tanto la habían horrorizado.
Se marchó dejándola tirada en el suelo, sin que le hubiese dirigido la palabra y sin tocarla, mientras Rose dejaba caer las lágrimas por sus mejillas. No por el dolor que le había causado la tortura, sino porque aquel día no había oído su voz, no había notado su calor.
Tras tanto tiempo, tras tantas sesiones de legeremancia, la Weasley sentía que nadie en el mundo la conocía como lo hacía Hecate. Y sentía que a través de sus actos crueles para con su persona, la Durmstrang se sinceraba con ella como no lo hacía con ninguna otra persona. Si estaba enfadada lo pagaba con ella con rabia, y si estaba contenta acudía a hablar. La hacía sufrir, pero ese sufrimiento para Rose se había convertido en placentero.
Ya no pensaba en Scorpius, ni tan siquiera en su familia. Se despertaba cada mañana anhelando oír el pomo girar, y que Hécate le prestara un mínimo de atención. Sabía que no solo para ella eran especiales aquellos momentos, intuía que para la Thanatos también debían de serlo. Rose se consideraba el juguete favorito de su secuestradora, y deseaba seguir siéndolo por mucho tiempo más. Muchas veces había leído sobre el síndrome de estocolmo, pero nunca lo había creído posible, hasta que este se había vuelto su realidad.
El tiempo en aquella habitación había dejado de contarlo hacía mucho. Sabía del paso de los días por la luz que otorgaba aquella ventana encantada par que no viera el exterior. Cuando no había luz dormía, cuando la había leía. Día tras día, Hecate acudía y la sometía a toda clase de torturas físicas y psicológicas. Seguía siendo su juguete tras todo aquel tiempo, habían pasado años desde la última vez que había visto a otro ser vivo que no fuera la Señora o el elfo que le traía la comida.
Oyó la puerta abrirse, y por ella entró su captora. Siempre hermosa, siempre elegante. El apaso de los años no habían hecho mella en su piel de porcelana. Aquel día parecía enfadada, algo no debía haber ido bien, y lo pagó con la pelirroja con toda su rabia. Con ella usaba hechizos tan oscuros que hacían palidecer a las maldiciones imperdonables que de niña tanto la habían horrorizado.
Se marchó dejándola tirada en el suelo, sin que le hubiese dirigido la palabra y sin tocarla, mientras Rose dejaba caer las lágrimas por sus mejillas. No por el dolor que le había causado la tortura, sino porque aquel día no había oído su voz, no había notado su calor.
Tras tanto tiempo, tras tantas sesiones de legeremancia, la Weasley sentía que nadie en el mundo la conocía como lo hacía Hecate. Y sentía que a través de sus actos crueles para con su persona, la Durmstrang se sinceraba con ella como no lo hacía con ninguna otra persona. Si estaba enfadada lo pagaba con ella con rabia, y si estaba contenta acudía a hablar. La hacía sufrir, pero ese sufrimiento para Rose se había convertido en placentero.
Ya no pensaba en Scorpius, ni tan siquiera en su familia. Se despertaba cada mañana anhelando oír el pomo girar, y que Hécate le prestara un mínimo de atención. Sabía que no solo para ella eran especiales aquellos momentos, intuía que para la Thanatos también debían de serlo. Rose se consideraba el juguete favorito de su secuestradora, y deseaba seguir siéndolo por mucho tiempo más. Muchas veces había leído sobre el síndrome de estocolmo, pero nunca lo había creído posible, hasta que este se había vuelto su realidad.
Escrito por: Rose Weasley