ESTA SERA MI CASA
Tematica: Todo mago y bruja que haya asistido a Hogwarts o a Ilvermorny ansía y a la vez teme un determinado momento: la selección de la casa. Debéis hacer un monorol sobre el día en el que fuisteis seleccionados, como fue, lo que sentisteis y sobre todo, lo que descubristeis sobre vosotros mismos. Si necesitáis recordar cual es el método de selección de vuestro colegio, podéis consultarlo en los siguientes enlaces:
HT: #EstaSeraMiCasaPHR
Exigencias: Debe ser real (lo sentimos por los alumnos de otras escuelas), y por supuesto en pasado.
Plazo: Finalizado
Exigencias: Debe ser real (lo sentimos por los alumnos de otras escuelas), y por supuesto en pasado.
Plazo: Finalizado
Participantes:
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Reto ganador:
Aquel uno de septiembre no había cogido el expreso de Hogwarts. Ni tampoco se encontraba en el Gran Comedor esperando para ver la ceremonia de selección. No. Aquel año se encontraba en suelo Norteamericano. Más concretamente en el Colegio Ilvermorny de Magia y Hechicería.
Cuando cumplió los once años, dos cartas le fueron enviadas. Una era la del colegio de su madre, y otra la del de su padre. Por supuesto, por aquel entonces, la leyenda de Salazar Slytherin, lo que conocía de su casa y de su traición purista. Aquello que le narraba su madre desde pequeño antes de acostarse sobre el lugar dónde había pasado su época en Hgwarts, le atraía mucho más, que aquel insulso colegio dónde reinaba la concordia, y los prejuicios de sangre no estaban bien vistos.
Sin embargo, con el paso de los años, había ido sintiendo más y más curiosidad por la escuela a la que toda su familia paterna había acudido. Y más cuando supo que su fundadora, era descendiente del mismísimo Salazar Slytherin. Así que en cuarto curso, le comunico a sus padres su deseo de acudir un año de intercambio a Ilvermorny. Y el Señor Norcros, no tardo en mover unos cuantos hilos, para que su único hijo, cursase su quinto año en la escuela norteamericana.
Y allí estaba por fin, nervioso como nunca. Desde luego, no le ayudaba el hecho de estar rodeado de brujas y magos de primer año, a los cuales les sacaba más de dos cabezas. Pero debía ser seleccionado para una casa al igual que todos aquellos niños, así que se resigno a estar allí, y ser el centro de los comentarios de aquellos pequeñajos, que no se esperaban a alguien tan mayor entre ellos.
El encabezaba la fila, sin siquiera dignarse a mirar hacia atrás, hacia los niños que lo seguían con paso inseguro. Atravesó las puertas custodiadas por las dos imponentes estatuas de mármol blanco de los fundadores del colegio, Isolt y James. Entró en una sala circular coronado por una cúpula de cristal. Un balcón de madera rodeaba la estancia un piso más arriba, y estaba abarrotada de los demás alumnos, que tenían sus miradas fijas en él.
Nathan entonces se centró en lo que había a su alrededor, cuatro enormes esculturas de madera que representan a las casas: la serpiente de cuernos, la pantera Wampus, el Ave de Trueno y el Pukwudgie. El hall era sencillamente impresionante. Ilvermorny no tenían un sombrero seleccionador que cantaba canciones absurdas, lo cual hacía a los ojos del Norcros-Parkinson aquella ceremonia mucho más elegante que la de Hogwarts.
Fue el primero en ser llamado. Se colocó sobre el símbolo del nudo gordiano dorado puesto en el centro del suelo de piedra. El silencio se hizo a la espera de que las tallas encantadas reaccionasen. Y Nathaniel trago saliva, mientras su mirada pasaba de una talla a otra.
Al instante la serpiente de cuernos hizo brillar la piedra de su frente, ante lo cual Nathan sonrió. Era lo que esperaba, al fin y al cabo de los cuatro rasgos el de aquellas casas era con el único que se identificaba. Tras esto, oyó como una flecha se disparaba tras de sí. Al parecer el Pukwidge también había reaccionado. A continuación una gran exclamación inundo el lugar, pues el ave de trueno hizo batir sus alas. Tres de los cuatro animales representativos de Ilvermorny habían expresado su deseo de tenerlo en su casa, algo muy poco habitual.
El Norcros no salía de su asombro, un académico desde luego que lo era, pero jamás se había considerado un sanador o un aventurero- Elijo Horned Serpent -anunció sin rastro de duda. Al fin y al cabo era la casa de todos sus antepasados. Dicho esto salió del nudo, y subió con los demás alumnos al balcón entre estruendosos aplausos.
La ceremonia siguió, y aunque apoyado en la barandilla, y con su mirada azul fija en lo que pasaba más abajo, pareciera estar atento al resto de la selección, su cabeza rememoraba una época anterior.
Tal día como aquel hacía cuatro años, se había sentado en un taburete de tres patas ante todo el Gran Comedor, y el Sombrero Seleccionador apenas tuvo que rozar uno de sus pelos azabache para asignarlo a la casa de las serpientes. De hecho, su elección había sido tan rápida, que se sorprendió cuando algunos de sus compañeros afirmaban haber oído en sus cabezas la voz de aquel objeto encantado por los fundadores, pues a él no le había dedicado ninguna reflexión.
Por aquel entonces, se había sentido orgulloso de aquello. De ser un Slytherin con todas las letras, pero con el tiempo, se dio cuenta de lo que eso significaba. Qué en él no había rastro de creatividad y sabiduría, de valor y caballerosidad o de trabajo y fidelidad. Y eso, aunque jamás lo reconociera en voz alta, le molestaba profundamente, pues quería ser algo más que una persona astuta y ambiciosa, aunque considerara que aquellas eran las mejores cualidades de todas. Odiaba no tener ni un poco del resto.
Sin embargo, en aquella nueva escuela, habían visto algo más en él. No solo su mente, propia de un sabio Horned Serpent. Sino también el alma de un aventurero de Thunderbird y el corazón de un Pukwidge. Y aquello por alguna razón, le hizo penar que en aquellos años había crecido como persona, y que quizás lo que siempre creyó como cierto, no era más que un espejismo. Que aun le quedaba mucho camino que recorrer, mucho que cambiar y mucho que evolucionar para llegar a ser alguien completo, para ser quien realmente querría ser. Pero que poco a poco, lo iría consiguiendo.
Cuando cumplió los once años, dos cartas le fueron enviadas. Una era la del colegio de su madre, y otra la del de su padre. Por supuesto, por aquel entonces, la leyenda de Salazar Slytherin, lo que conocía de su casa y de su traición purista. Aquello que le narraba su madre desde pequeño antes de acostarse sobre el lugar dónde había pasado su época en Hgwarts, le atraía mucho más, que aquel insulso colegio dónde reinaba la concordia, y los prejuicios de sangre no estaban bien vistos.
Sin embargo, con el paso de los años, había ido sintiendo más y más curiosidad por la escuela a la que toda su familia paterna había acudido. Y más cuando supo que su fundadora, era descendiente del mismísimo Salazar Slytherin. Así que en cuarto curso, le comunico a sus padres su deseo de acudir un año de intercambio a Ilvermorny. Y el Señor Norcros, no tardo en mover unos cuantos hilos, para que su único hijo, cursase su quinto año en la escuela norteamericana.
Y allí estaba por fin, nervioso como nunca. Desde luego, no le ayudaba el hecho de estar rodeado de brujas y magos de primer año, a los cuales les sacaba más de dos cabezas. Pero debía ser seleccionado para una casa al igual que todos aquellos niños, así que se resigno a estar allí, y ser el centro de los comentarios de aquellos pequeñajos, que no se esperaban a alguien tan mayor entre ellos.
El encabezaba la fila, sin siquiera dignarse a mirar hacia atrás, hacia los niños que lo seguían con paso inseguro. Atravesó las puertas custodiadas por las dos imponentes estatuas de mármol blanco de los fundadores del colegio, Isolt y James. Entró en una sala circular coronado por una cúpula de cristal. Un balcón de madera rodeaba la estancia un piso más arriba, y estaba abarrotada de los demás alumnos, que tenían sus miradas fijas en él.
Nathan entonces se centró en lo que había a su alrededor, cuatro enormes esculturas de madera que representan a las casas: la serpiente de cuernos, la pantera Wampus, el Ave de Trueno y el Pukwudgie. El hall era sencillamente impresionante. Ilvermorny no tenían un sombrero seleccionador que cantaba canciones absurdas, lo cual hacía a los ojos del Norcros-Parkinson aquella ceremonia mucho más elegante que la de Hogwarts.
Fue el primero en ser llamado. Se colocó sobre el símbolo del nudo gordiano dorado puesto en el centro del suelo de piedra. El silencio se hizo a la espera de que las tallas encantadas reaccionasen. Y Nathaniel trago saliva, mientras su mirada pasaba de una talla a otra.
Al instante la serpiente de cuernos hizo brillar la piedra de su frente, ante lo cual Nathan sonrió. Era lo que esperaba, al fin y al cabo de los cuatro rasgos el de aquellas casas era con el único que se identificaba. Tras esto, oyó como una flecha se disparaba tras de sí. Al parecer el Pukwidge también había reaccionado. A continuación una gran exclamación inundo el lugar, pues el ave de trueno hizo batir sus alas. Tres de los cuatro animales representativos de Ilvermorny habían expresado su deseo de tenerlo en su casa, algo muy poco habitual.
El Norcros no salía de su asombro, un académico desde luego que lo era, pero jamás se había considerado un sanador o un aventurero- Elijo Horned Serpent -anunció sin rastro de duda. Al fin y al cabo era la casa de todos sus antepasados. Dicho esto salió del nudo, y subió con los demás alumnos al balcón entre estruendosos aplausos.
La ceremonia siguió, y aunque apoyado en la barandilla, y con su mirada azul fija en lo que pasaba más abajo, pareciera estar atento al resto de la selección, su cabeza rememoraba una época anterior.
Tal día como aquel hacía cuatro años, se había sentado en un taburete de tres patas ante todo el Gran Comedor, y el Sombrero Seleccionador apenas tuvo que rozar uno de sus pelos azabache para asignarlo a la casa de las serpientes. De hecho, su elección había sido tan rápida, que se sorprendió cuando algunos de sus compañeros afirmaban haber oído en sus cabezas la voz de aquel objeto encantado por los fundadores, pues a él no le había dedicado ninguna reflexión.
Por aquel entonces, se había sentido orgulloso de aquello. De ser un Slytherin con todas las letras, pero con el tiempo, se dio cuenta de lo que eso significaba. Qué en él no había rastro de creatividad y sabiduría, de valor y caballerosidad o de trabajo y fidelidad. Y eso, aunque jamás lo reconociera en voz alta, le molestaba profundamente, pues quería ser algo más que una persona astuta y ambiciosa, aunque considerara que aquellas eran las mejores cualidades de todas. Odiaba no tener ni un poco del resto.
Sin embargo, en aquella nueva escuela, habían visto algo más en él. No solo su mente, propia de un sabio Horned Serpent. Sino también el alma de un aventurero de Thunderbird y el corazón de un Pukwidge. Y aquello por alguna razón, le hizo penar que en aquellos años había crecido como persona, y que quizás lo que siempre creyó como cierto, no era más que un espejismo. Que aun le quedaba mucho camino que recorrer, mucho que cambiar y mucho que evolucionar para llegar a ser alguien completo, para ser quien realmente querría ser. Pero que poco a poco, lo iría consiguiendo.
Escrito por: Nathaniel Norcros